JEAN JACQUES ROUSSEAU
ENSOÑACIONES DE UN PASEANTE SOLITARIO
La última obra de Roussau interrumpida
por la muerte fue Ensoñaciones de un paseante solitario, soliloquio
de un un hombre alejado de la sociedad y de los humanos, que da
vueltas a sus recuerdos, a sus meditaciones y a sus ensueños, que se
unen entre sí sin más enlace que la disposición sentimental del
autor. Cuando le sorprendió la muerte, Rousseau estaba redactando el
8vo paseo: en el primero, el autor ha roto sus relaciones con los
hombres: “Héme aquí solo en la tierra, sin un hermano, sin un
prójimo, sin un amigo, sin compañía alguna.” Solo en sí mismo
quiere buscar “el consuelo, la esperanza y la paz.” Decide por
eso escribir su diario, para que le sirva de compañía en su
absoluta soledad,
En el segundo paseo nos relata un
accidente y sus consecuencias que impresionaron vivamente la
imaginación del autor. En el tercero expone la gran reforma
material, intelectual y moral que se operó en él al llegar a los
40 años. El resultado de sus penosas búsquedas fue la profesión
de fe del vicario saboyano con su principio fundamental que Rousseau
opone victoriosamente a los sensualistas y a los materialistas de su
tiempo. El Quinto paseo, justamente célebre marca el punto final de
lo que hoy llamaríamos el existencialismo rousseauniano; todo él
está dirigido al delicioso recuerdo de la Isla de Saint Pierre y de
la existencia ociosa y soñadora que allí llevaba. Son las páginas
descriptivas más originales de Rousseau, aquellas en las que
verdaderamente se crea un nuevo modo de sentir la naturaleza. Muchos
han hablado, a propósito de este hermoso paseo de misticismo.
La palabra es impropia, porque el
caminar del paseante solitario es totalmente distinto del místico
cristiano, cuya voluntad va a perderse en la de Dios. Hecha esta
reserva, debemos decir que el joven Rousseau, educado por una tía
pietista, va desgarrándose entre unas lecturas jansenistas y el
culto a Fenelón que le incluca Mme de Warens; Rousseau, ya adulto y
lector asiduo de la Biblia vivió como los místicos en un universo
personal dominado por la oposición entre apariencia y realidad.
Tras el Séptimo paseo, que habla del
placer de herborizar, el Octavo y último nos explica cómo Rousseau
ha llegado a vivir feliz en medio de las persecuciones: “Hoy, Día
de Pascua Florida, se cumplen cincuenta años desde que conocí a
Mme de Warens. Ella tenía entonces veintiocho...” El ideal moral
de Rousseau de los Sueños es menos el de un místico que el
de un estoico bastante más cercano a los pensadores de la época de
Luis XIII; los pri. ncipios socráticos se mezclan con la ataraxia
estoica (Quinto paseo) y al desprecio estoico de todo aquello frente
a lo que la voluntad se muestra impotente (Sexto paseo). El paseante
solitario no es ni un héroe, ni un santo, ni un sabio; las fases de
firmeza, de aparente serenidad o de resignación alternan con tiempos
de debilidad, períodos de angustia o de arrebato, suscitados
aparentemente por un incidente que al lector de sangre fría le
parece nimio.
R. Fernández Sotero
Extraído del Diccionario Literario Parnaso,
volumen III, pág. 281 a 282.
buen analisis
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