lunes, 28 de septiembre de 2015

BODAS DE SANGRE Federico García Lorca.


BODAS DE SANGRE Federico García Lorca.



Con Bodas de sangre – estrenada en 1933– comienza Lorca a separarse del lirismo de obras anteriores como La zapatera prodigiosa, Mariana Pineda o Doña Rosita la soltera, y a entrar de lleno en el dramatismo y en las fórmulas trágicas de la época clásica. García Lorca trata en esta pieza de tres actos y siete cuadros el problema de la maternidad inútil, representada por la Madre, situada en medio de las costumbres del pueblo andaluz, donde los problemas se resuelven a punta de cuchillo. Tras haber perdido a su marido y a un hijo en riñas, la Madre se dedica al cuidado de su segundo vástago, el Novio, acuciada por vivos presentimientos: navajas, escopetas y pistolas, azadas y bieldos... “[...] ¡malditas sean todas y el bribón que las inventó!” El Novio va a casarse con una antigua pretendiente de Leonardo, uno de los Félix, rechazado por el padre. Leonardo, casado ya, no vive tranquilo, le atenaza una idea fija que le hace montar a caballo y galopar incansablemente por las tierras. La Novia, cuando el Padre y la Madre conciertan la boda, tampoco está en calma, obsesionada por el jinete que a altas horas de la noche llega hasta su reja. En el matrimonio la muchacha ve la liberación al asedio de Leonardo. Cuando las voces del pueblo entonan: “Despierte la novia/ la mañana de la boda”, Leonardo ya ha llegado a la casa y cruza las primeras palabras con la Novia. Después de la ceremonia, ambos huirán en el caballo de Leonardo como una exhalación. El Novio corre tras la pareja fugitiva; cae la noche. Aprovechando un recurso surrealista, para tensar la acción y prolongar el dramatismo, Lorca saca a escena a la Luna, que desde arriba contempla la huida y la persecución. Se produce el encuentro y el duelo, en el que mueren los dos.
El último acto nos revela el duelo y su resultado por la relación que hace la Novia; la Madre termina reconociendo: “Ella no tiene la culpa; ¡ni yo! ¿Quién la tiene pues? ¡Floja, delicada, mujer de mal dormir es quien tira una corona de azahar para buscar un pedazo de cama calentado por otra mujer!” Mientras la Novia protesta de su honradez, de que “[...] ningún hombre se haya mirado en la blancura de mis pechos”, la Madre llora a su hijo trágicamente: “¿Qué me importa a mí tu honradez? ¿Qué me importa a mí nada de nada? Benditos sean los trigos porque mis hijos están debajo de ellos; bendita sea la lluvia, porque moja la cara de los muertos.” Y en un clamoroso final, donde el llanto de las vecinas actúa como el del coro griego en la tragedia clásica, Madre y Novia se alternan en el recitado de las estrofas finales, prodigio de hondura, dramatismo y fuerza plástica, que a la vez denuncia a causa de esa maternidad inútil de que se ha quejado la Madre: “Vecinas, con un cuchillo,/ con un cuchillito, / en un día señalado, entre las dos y las tres,/ se mataron los dos hombres del amor./ Con un cuchillo, / con un cuchillito/ que apenas cabe en la mano,/ pero que penetra fino/ por las carnes asombradas/ y se para en el sitio/ donde tiembla enmarañada/ la oscura raíz del grito.” Lorca ha construido su tragedia en base a una serie de fuerzas: el odio, el amor y la muerte, que tejen entre sí un drama total, absoluto. Abundan en la obra los elementos surrealistas que rubrican con mayor intensidad los elementales sentimientos de los hombres: así, la Luna, la Mendiga, que simboliza la muerte, el acompañameinto que las dos le hacen al Novio para que encuentre a la pareja, etc. Dejando a un lado todo elemento estetizante, Lorca emplea un lenguaje sumamente bello porque, en definitiva, se trata de un teatro poético que sirve para dar mayor vigor, mayor profundidad y mayora dramatismo a esta obra construida en esos tres valores sustanciales del hombre: los más sustanciales de su ser, de su vivir: el odio, el amor y la muerte, pasiones que desbancan del papel de protagonistas al Novio, a Leonardo, a la Novia o a la Madre: el personaje central es la pasión, sustentada en las tres fuerzas y representada en el cuchillo: desde el principio la presencia de esta materialización de la pasión está presente en la boca de la Madre.

Mauro Armiño

Extraído del Diccionario Literario Parnaso. Volumen I, páginas 311 y 312